“Costar un ojo de la cara” es una expresión de esas tantas
de uso común que tienen una historia de las que me gusta contar. Anécdotas a
menudo desconocidas para los no muy duchos en historia.
Retrato de Diego de Almagro. |
Nos remontamos al siglo XVI, durante la conquista de
América. Eran muchos los exploradores y conquistadores que penetraban cada vez más
en ese nuevo mundo descubierto, arrasando con los diversos pueblos que lo habitaban.
Y uno de esos pueblos era el Inca, que se extendía por el oeste de Sudamérica,
ocupando terreno hoy perteneciente a países como Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia, Chile y Argentina.
En 1524 Diego de Almagro acudió en ayuda de Francisco
Pizarro que se encontraba en apuros asediando una fortaleza inca en la playa de
Chochama (he estado buscando pero no he encontrado nada al respecto de su
ubicación). Los españoles salieron victoriosos pero en esa batalla Almagro fue
alcanzado en el ojo por una flecha inca.
A su llegada a España fue recibido por el rey Carlos I que
le debió preguntar por su aventura, a lo que Diego de Almagro contestó:
“El
negocio de defender los intereses de la corona me ha costado un ojo de la cara”
La frase fue conocida y su uso extendido y alargado hasta el
día de hoy cinco siglos después.
Como veis en el retrato que acompaña esta cápsula, Almagro
se encuentra de perfil puesto que es un retrato posterior a la pérdida del ojo
e intentaba ocultarlo.