lunes, 9 de marzo de 2015

El Virrey detenido por su guardia

Retrato de Ambrosio O'Higgins.
Ambrosio O'Higgins fue un militar español de origen irlandés. Ocupó el cargo de Gobernador de Chile y, posteriormente, Virrey de Perú (1796-1801), cargo que nos arroja la anécdota que cuento a continuación.

Para acabar con altercados nocturnos, el Virrey ordenó implantar un toque de queda en Lima, y todo el que anduviera por la calle a partir de las diez de la noche sería detenido. Ambrosio exigió que la justicia fuese igual para todos.

La primera noche con toque de queda implantado, el Virrey salió a la calle a comprobar su correcto cumplimiento. Se cruzó con cuatro de las cinco guardias, a mando cada una de un capitán, las cuales, tras saludarle, continuaron su camino.

Pero la quinta guardia detuvo al Virrey. El capitán de ésta declaró que "la ley es la ley y yo solo cumplo órdenes". Un detalle que agradó al Virrey, a pesar de haber sido detenido. Así que los otros cuatro capitanes fueron destituidos por no realizar correctamente su trabajo.

El hijo de Ambrosio, Bernardo O'Higgins Riquelme, es considerado un héroe de la Independencia de Chile y fue Director Supremo de este país, una vez independizado.

domingo, 1 de marzo de 2015

La misa española en Inglaterra (Batalla de Cornualles)

Los ingleses se jactan de que nadie les ha derrotado en las islas británicas desde hace mil años. Craso error, y para muestra un botón.

Juan del Águila y Arellano
(Museo de Versalles).
Enrique III de Navarra, de religión protestante, llegó al trono francés. Cosa que irritó sobremanera al Papado, quien, junto con España, decidieron guerrear al hereje. Inglaterra entró en la pelea del bando francés, mandando tropas al país galo.

Juan del Águila (Maestre de Campo de los Tercios) encomendó a Carlos de Amézquita una expedición de castigo a Inglaterra. Con cuatro galeras y cuatrocientos hombres, el vasco Amézquita desembarcó en la Bahía de Mount (Cornualles) el 2 de agosto de 1595.

Los españoles tomaron varias ciudades y fortificaciones sin que los soldados ingleses que guarnecían la zona (se cuenta que hasta tres veces superiores en número a las tropas españolas) se decidieran a entablar batalla.

Antes de levar anclas, los españoles decidieron realizar una misa en suelo inglés, y eso que Isabel I de Inglaterra castigaba como delito de traición el que sus ciudadanos asistieran a una misa católica. Además, prometieron erigir un monasterio cuando los herejes ingleses fueran vencidos.

Una vez en el mar, una flota de 40 barcos mercantes y seis de guerra, comandada por Francis Drake, intentó dar caza a las galeras españolas. El navío inglés que logró darles alcance fue hundido. Existen distintas versiones de esta batalla, que sitúan las perdidas inglesas en hasta cuatro naves hundidas. En estos enfrentamientos sufrieron veinte bajas, las únicas de la expedición.

Sirva este ejemplo para demostrar esa falacia de que nadie ha conseguido ganar una batalla en las islas británicas. Los españoles vencieron y deambularon a sus anchas, embarcando y avanzando por la costa inglesa.

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