jueves, 10 de enero de 2013

El Fuerte Navidad


En unas fechas tan señaladas como las que acabamos de pasar, viene al caso esta historia sobre la primera construcción europea en América. A continuación comprobaréis el porqué.
Réplica de la nao Santa María en el Puerto de Palos (Huelva).

El 3 de agosto de 1492 parte de Palos de la Frontera (Huelva) una expedición, cuya financiación  costó mucho conseguir, comandada por Cristóbal Colón y formada por tres barcos: La Pinta, La Niña y la Santa María. Dos carabelas y una nao. Su objetivo era el de encontrar una ruta hacia las Indias para poder competir con la que habían descubierto los portugueses, bordeando el continente africano. Pero como ya sabéis el resultado fue otro, el descubrimiento de un nuevo continente, de un Nuevo Mundo.

Pero no me voy a extender sobre los descubrimientos o el desarrollo de este primer viaje de Colón, como es habitual voy a ir a un hecho en concreto.

El 12 de octubre, tras dos meses de navegación, la flota divisó tierra, la isla de Guanahaní. Tras pisar tierra americana por primera vez continuaron su viaje de exploración por el Caribe descubriendo nuevas y más grandes islas.

El día de Nochebuena la nao Santa María encalla junto a la costa norte de lo que hoy es Haití y reciben ayuda de los indígenas para rescatar los restos de la nave, ya inservible. Los aborígenes, que recibieron a los españoles como enviados del cielo, hicieron entender a Colón que precisaban de protección contra Caonabo, líder de una tribu caníbal de la isla.

Así pues Colón tendría dos motivos para colonizar esas tierras. Por un lado proteger a la tribu del líder Guacanagari de los caníbales, y por otro la voluntad de Dios, que al hundir la Santa María junto a esas costas un día de Nochebuena fue interpretado como una señal para establecerse en la isla.

Ubicación de Fuerte Navidad, en la costa norte de Haiti.

Los españoles se dispusieron a construir la primera edificación en suelo americano por parte de europeos. Con los restos de madera de la Santa María encallada se erigió un campamento cuyo nombre no podía ser otro que el de Fuerte Navidad.

En Fuerte Navidad quedaron 39 hombres armados y con reservas de alimentos para un año, tiempo en el que Colón estimaba regresar de España tras dar novedades a los Reyes Católicos. Pero cuando la segunda expedición española llegó a La Española en noviembre de 1493 se encontraron el fuerte incendiado y todos los españoles muertos, algunos ahorcados y crucificados. Al parecer el comportamiento de estos hombres europeos no fue el adecuado. El oro y las mujeres del lugar, que no usaban ropajes, fue su extravío. Además de que los nativos no aceptaban la presencia del hombre blanco en sus tierras.

Guacanagari, líder de la tribu que ayudó a Colón, hubo de huir a las montañas por negarse a colaborar con otras tribus para expulsar a los españoles. Además fue atacado y su poblado destruido. Este personaje ha dejado una frase para la posteridad, pues hoy en día en la República Dominicana se dice que alguien tiene “complejo de Guacanagari” cuando prefiere lo extranjero a lo autóctono.

martes, 1 de enero de 2013

El primer muerto de La Legión


La Legión es una de las unidades que más expectación causa de las Fuerzas Armadas debido a sus peculiares señas de identidad. Esas patillas y barbas, la cabra (aunque existen otros animales mascota), su pechera abierta con el pelo asomando y esos desfiles a ritmo huracanado.

Y también el himno de La Legión, el Novio de la Muerte, es de los más conocidos entre los españoles. Una canción bonita a la par que triste, que cuenta la trágica historia de un legionario que muere en combate y al que le encuentran un poema entre sus ropajes. Digna de una novela, pero la historia que cuenta está basada en la realidad de un legionario que ansiaba la muerte para reunirse con su novia.

En octubre de 1920, Baltasar Queija de la Vega, un joven de 18 años y natural de Riotinto (Huelva) conseguía su primer destino en La Legión. Un cuerpo de voluntarios que contaba con pocos meses de existencia y que aún no había tenido oportunidad de hacerse notar en esa Guerra de Marruecos en la que España intentaba contener a los rebeldes que, aprovechando la orografía y conocimiento del terreno, tenían en jaque al ejército.

Baltasar Queija de la Vega, cabo legionario.
Al poco tiempo de llegar a África recibió la noticia de que su novia, que permanecía en Riotinto, había fallecido. Este hecho afectó de tal manera a Baltasar que llegó a decir a Millán Astray (creador de La Legión) que deseaba recibir la primera bala que llegase del enemigo, después de que Astray le hubiera encontrado llorando.

Y así fue. El 7 de enero de 1921 cuando el cabo Baltasar regresaba al campamento de Zoco el Arbaa (cerca de Tetuán) tras una patrulla por la zona, su pelotón sufrió una emboscada y fueron atacados por un grupo de rebeldes que les superaba en número. Aún así los legionarios rechazaron el ataque. Pero Baltasar fue alcanzado por una bala, herida que le causó la muerte, lo que le convirtió en el primer legionario muerto en combate.

En sus bolsillos encontraron un trozo de papel con un corto poema escrito por él que decía así:

Somos los extranjeros legionarios
El Tercio de hombres voluntarios
Que por España vienen a luchar


La trágica historia del cabo Baltasar, del poeta Baltasar, corrió por toda La Legión, y avabó llegando a oídos del escritor Fidel Prado, quien redactaría la letra del Novio de la Muerte. El músico Juan Cosa lo convirtió en canción y cuando Millán Astray la escuchó decidió que se usara como himno de La Legión, hasta el día de hoy.

El novio de la muerte
Nadie en el Tercio sabía
quién era aquel legionario
tan audaz y temerario
que en la Legión se alistó.
Nadie sabía su historia,
mas la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo el corazón.
Mas si alguno quién era le preguntaba,
con dolor y rudeza le contestaba:
«Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera,
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera».


Cuando más rudo era el fuego
y la pelea más fiera,
defendiendo su bandera,
el legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo
y la enseña rescató.
Y al regar con su sangre la tierra ardiente,
murmuró el legionario con voz doliente:
«Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera,
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera».



Cuando al fin le recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquella carta decía:
«...si algún día Dios te llama,
para mí un puesto reclama
que a buscarte pronto iré».
Y en el último beso que le enviaba,
su postrer despedida le consagraba.
«Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi bandera».

Y no me olvido del Cristo de la Buena Muerte, pero esta cápsula no da para más. Lo dejo para otra ocasión.

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