En 1605 varios barcos con soldados españoles y caballeros de la Orden de Malta (que desde 1530 disfrutaban de la cesión de la isla de Malta, otorgada por Carlos I de España), trescientos cincuenta hombres en total, se aproximaron al puerto tunecino de Hammamet. Su intención no parece que fuese otra más que la de atizar un golpe al enemigo y, de paso, saquear la ciudad.
Uno de los cañones que defendían el puerto de Hammamet. |
El puerto estaba esperando la llegada de una escuadra turca, y los cristianos, conocedores de esa información, la aprovecharon en su beneficio. De entre los navíos de su flota, embarcaron en veleros que prepararon al estilo musulmán. Vistieron las naves y a ellos mismos con telas, ropajes y turbantes moros. Portaban banderas árabes y hasta tocaban instrumentos mahometanos.
Atracaron y desembarcaron en las narices del enemigo, recibidos por una muchedumbre de soldados y habitantes de Hammamet que ansiaban la llegada de tropas amigas para hacer negocio. Pero en cuanto españoles y caballeros pusieron pie en tierra los tunecinos se percataron del engaño. Tras la sorpresa inicial, los tunecinos recibieron arcabuzazos y una embestida que provocó el pánico entre esos soldados e inocentes. Los soldados del puerto, desconcertados y pisoteados por el propio pueblo al que defendían y que huía hacia la ciudad con la esperanza de salvar el pellejo, no pudieron hacer nada por repeler el asalto.
Los cristianos saquearon la ciudad y se llevaron centenares de prisioneros, justo antes del socorro de las tropas que estaban de camino a la ciudad, tal como atestigua el alférez Alonso de Contreras en sus memorias:
"(...) Capturamos a todas las mujeres y a los niños, algunos hombres (...); entramos en la ciudad, la saqueamos. Embarcamos setecientas almas. Vienen de improviso más de tres mil moros en su ayuda, tanto a pie como a caballo, por lo que prendimos fuego a la ciudad y embarcamos (...) Después de ésto regresamos a Malta, contentos; ahí derroché un poco de lo que había ganado"
Las memorias de este soldado, que alcanzó el rango de Capitán y que sirvió en Flandes, son las que, dicen, inspiraron a Arturo Pérez Reverte para escribir la saga de novelas "Las aventuras del capìtán Alatriste".