Guardias Civiles de servicio en Cuba, año 1892. |
Durante la guerra en Filipinas y Cuba sucedieron muchos
episodios dignos de ser recordados. Situaciones sobre las que siempre comento
en la bitácora que debieran ser presentadas en la gran pantalla. Un ejemplo de
ello os traigo a continuación.
Pueblo de Dolores, Cuba, año 1895. Trescientos insurrectos
cubanos entran en el poblado y se dirigen hacia el Puesto de la Guardia Civil
del lugar, donde se encuentran guarnecidos once guardias civiles.
Los rebeldes hacen llegar a los guardias una carta
en la que les conminan a abandonar el lugar, y que dice literalmente:
"Sr. Comandante de Puesto de la Guardia Civil de
Dolores: Muy señor mió, por orden Superior y que bajo ningún pretexto puedo
dejar de cumplir tengo que tomar el fuerte que usted ocupa mañana a las nueve
sin falla.
Yo para no cometer
un acto infame y dar muerte "terrible" a ustedes, que serán víctimas
de su Gobierno, ¡es advierto esto, para si quieren entregarse sin formar
combate y librarse de perecer lo dos si se oponen al rendimiento. Usted, si se
entrega y quiere pasar a nuestras filas, obtendrá el grado de Sargento primero,
y en buena paz y unión le ofrezco la mayor consideración y hermandad. Y si se
oponen será destruido el fuerte por cuatro bombas de dinamita y 300 hombres
que, a las nueve próximamente, los tendrán sitiados. La contesta la espero
enseguida. Queda de usted con consideración. El Capitán José María Rojas
Fulero. Por orden, el ayudante, C. Crespo".
Santa Eulalia, que así se llamaba el Guardia Civil Segundo
que ejercía de Comandante de Puesto contestó a Rojas con esta otra carta:
"Señor don José M. Falero, muy Señor mió: Enterado de
su atenta carta, debo de manifestar que yo soy muy español y sobre todo
pertenezco a la Benemérita Guardia Civil, y que habiéndome mis dignos jefes
honrado con el mando de este Destacamento prefiero mil veces la muerte que yo
serle traidor a mi patria y olvidar el juramento de fidelidad que presté a la
gloriosa bandera española, en cuya defensa derramaré hasta mi última gota de
sangre antes de cometer la vileza de entregarme con vida a los enemigos de España
y de mi Rey. El ascenso que me proponen para nada lo necesito, pues estoy
orgulloso de vestir el uniforme de Guardia Civil y soldado y mi mayor gloria
seria morir con él. Mis jefes también saben premiar a los que saben defender su
honra, y así es, que reunido con todos mis dignos compañeros, rechazamos con
energía todas vuestras predicaciones y amenazas, y estrechados como buenos
hermanos y como defensores de este pedazo de terreno gritamos, pero muy alto,
para que ustedes lo oigan: ¡Viva España!, ¡Viva nuestro Rey!, ¡Viva la Guardia
Civil! Aquí estamos dispuestos a morir, vengan cuando gusten a tomar el pueblo,
para que lleven su merecido. Dolores, 27 de octubre. El Guardia de segunda
Cándido Santa Eulalia" .
Con estas palabras dejó bastante claro que de ahí no les
movía ni Dios y que fuesen a por ellos si tenían huevos.
El líder Rojas les mandó un último escrito:
"Amigo mió: Me gusta tratar siempre con el hombre
valiente y caballero. Yo tengo una orden superior para que hoy sin falta tome
el fuerte y cumplir lo mandado contra ustedes; pero al ver hasta donde llega su
educación y valentía, dejo por hoy de cumplir mi deber, y haré además desistir
a mis jefes de cometer este acto que es infame por que ustedes nobles
españoles, no harán más que cumplir como los héroes de vuestra patria. Yo
trataré de dar mis excusas y buscar los medios que estén a mi alcance para
cuanto pueda en bien de vosotros. Ruego a usted que dispense; desde hoy, como
defensores de una idea seremos enemigos, pero en lo tocante a nuestra
personalidad, puede usted contar con un buen amigo y servidor, el capitán José
María Rojas Falero. Por O.el ayudante, C. Crespo“.
Después de esto solo nos queda recordar el artículo número uno de la Cartilla del Guardia Civil, que viene que ni pintado a esta cápsula de historia: EL HONOR ES MI DIVISA.
Indudable muestra de valor, aunque sin duda lo que mas llama la atención es la última carta de Rojas. Cuantos militares, admirados pro el honor y el coraje del enemigo que tienen enfrente, habrían escrito gustosos cartas como esa.
ResponderEliminarUn saludo y nos seguimos leyendo.
La verdad es que no es el único ejemplo dentro de la historia en donde podemos ver la valentía de unos pocos hombres que actúan como si nada tuvieran que perder, al más puro estilo "de perdidos, al río".
Eliminareste escrito lo leí en baeza hace ya años, inolvidable, gracias por subirlo aquí para que más gente pueda acceder a él
ResponderEliminar