miércoles, 19 de octubre de 2011

Las monjas y la bandera

No acostumbro a copiar/pegar textos, pero con el gran Arturo Pérez Reverte me permito alguna excepción. Éste es uno de sus artículos publicados en XL Semanal. No es de sus escritos más actuales (tiene ya más de un año) pero sí de mis favoritos.

Hace algunos años, en el canal de entrada de San Juan de Puerto Rico, frente a los castillos del Morro y San Cristóbal, me llamó la atención una enorme bandera española que alguien ondeaba en un edificio blanco próximo a la embocadura. «Son las monjas», dijo quien me acompañaba, que era mi amigo y editor en Puerto Rico Miguel Tapia. «Y eso es que está entrando un barco español.» No hablamos más en ese momento, pues estábamos ocupados en otras cosas; pero lo de la bandera y las monjas me picó la curiosidad. Así que después procuré enterarme bien del asunto, que resultó ser una bella historia de lealtades y nostalgias. Algo que realmente comenzó hace más de un siglo, el 16 de julio de 1898. 

Aquel fue el año del desastre. Trece días antes, la escuadra del almirante Cervera, que había salido a combatir sin esperanza en el combate más estúpido y heroico de nuestra historia, había sido aniquilada en Santiago de Cuba por el abrumador poder naval norteamericano. Los buques de guerra yanquis bloqueaban la isla de Puerto Rico, impidiendo la llegada de refuerzos y suministros a las tropas cercadas. En esas circunstancias, el Antonio López, un moderno y rápido buque mercante que había salido de Cádiz con armas y pertrechos para la guarnición, recibió un telegrama con el texto: «Es Que Usted Haga Llegar Preciso El Cargamento Un Puerto Rico Aunque Sí Pierda El Barco». Veterano, disciplinado, profesional, con los aparejos en su sitio, el capitán del Antonio López, que se llamaba don Ginés Carreras, intentó burlar el bloqueo estadounidense. No lo consiguió. El 28 de junio, cuando navegando sin luces y pegado a la costa intentaba entrar en San Juan, fue localizado por el USS Yosemite, que lo cañoneó. El capitán Carreras logró escapar a medias, varando el barco en Ensenada Honda, cerca de la playa de Socorro, desde donde en los días siguientes intentó llevar a tierra cuanto podía salvarse del cargamento. Pero dos semanas más tarde, el USS New Orleans se acercó para dar el golpe de gracia, destrozándolo a cañonazos. 

Fue entonces cuando se tejió la historia que les cuento. Bajo el bombardeo, un tripulante del Antonio López, que se había atado la bandera del barco a la cintura antes de echarse al agua para intentar ganar tierra a nado, llegó gravemente herido a la orilla. Nunca pudo averiguarse su nombre, pues murió en brazos de un puertorriqueño de los que acudieron a ayudar a los náufragos. «Que no la agarren», suplicó el marinero mientras moría, señalando la bandera. Y el puertorriqueño cumplió su palabra, quizá porque se llamaba Rocaforte y era de padres gallegos. Hombre supersticioso o religioso, y en cualquier caso hombre de bien, por no incumplir la demanda de un moribundo, la guardó en su casa durante años. Y al fin, un día, pensó en las monjas. 

Eran españolas, de las Siervas de María, instaladas en la isla desde 1897. Atendían un hospital junto a la boca del puerto, y permanecieron allí después de la salida de España y la descarada apropiación de la isla por los Estados Unidos. Acabada la guerra, las hermanas, con la natural nostalgia, adoptaron la costumbre de saludar desde la galería del hospital, agitando sus pañuelos, cada vez que un barco de su lejana patria entraba o salía en el puerto. Eso dio a Rocaforte la idea de confiarles la bandera. Se presentó en el hospital, contó la historia a la madre superiora, y le entregó la enseña. Y desde entonces, cuando entraba o salía de San Juan un barco español, las monjas hacían ondear en la galería, en vez de pañuelos, la vieja bandera del barco perdido. 

Todavía lo hacen, un siglo después. De las veintisiete monjas que atienden hoy el hospital de las Siervas de María, ya sólo cinco son compatriotas nuestras. Pero cada vez que un barco español pasa frente al hospital, navegando lentamente por la canal de boyas, su capitán cumple el viejo ritual de dar tres toques de sirena y hacer ondear la bandera en respuesta al saludo de las monjas, que desde la galería agitan la suya. De haberlo sabido, aquel anónimo marinero del Antonio López que hace ciento doce años se arrojó al mar, intentando ganar la playa bajo el fuego norteamericano con la enseña de su barco atada a la cintura, estaría satisfecho. Me pregunto si quienes salieron a la calle tras el último partido del Mundial de Fútbol, llenándolo todo de colores rojo y amarillo, serían conscientes de que se trataba de la misma memoria y la misma bandera. Y de que, al ondearla con júbilo en calles y balcones, rendían también homenaje a tanta ingenua y pobre gente que, manipulada, engañada, manejada por los de siempre -«Aunque Sí Pierda El Barco», ordenaron los que diseñan banderas pero nunca mueren defendiéndolas-, cumplió honradamente con lo que creía eran su deber y su vergüenza torera. Y esto incluye a las monjas de San Juan.

14 comentarios:

  1. Ya lo había publicado yo Viriato, pues me parecia una historia genial, si acaso yo la tomé de Cuba Española. Es uno de esos gestos que te levantan el ánimo, cuando piensas que gente, tan lejos de nosotros siguen pensando y dignificando un país que muchas veces no se dignifica ni a sí mismo.

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  2. Pues sí, Peinado, un gesto agradable, que puesto en las manos de Reverte se convierte en un bonito artículo.

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  3. Ojalá hubiera más gestos así por una nación que de buena, se ha visto vapuleada por todos lados.

    Un saludazo.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. muy buen blog este tambien, coincidente con el de CS Peinado y cuba española que ya conocia. Respecto al suceso que comentas, yo me entere por una amiga boricua y se lo comunique a jose ramon morales para que lo publicara en el blog, sabiendo la certeza de la historia claro esta. pero esto le da un plus de credibilidad, veo que compartimos intereses comunes jeje.

    un abrazo a todos

    Fer.

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  6. Emocionante historia. Y la palabra mas importante del articulo creo que es LEALTAD.

    Un saludo.

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  7. Buenas Viriato.

    Pues una de las más bellas, interesantes, poéticas y emocionantes cápsulas con las que nos has deleitado últimamente. Para que el avezado lector pueda ver cómo en aquella España de grandes batallas y victorias, pero también de derrotas honrosas, también había lugar para las pequeñas historias cargadas de significado. A veces, tan significativas como aquellas.

    Un saludo.

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  8. Gracias Wittmann, aunque el mérito de lo bello, interesante, poético y emocionante de estas palabras es de Pérez Reverte.

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  9. Una bonita y curiosa historia. Da que pensar que en otros países enseñen nuestra bandera con cariño y orgullo y aquí, de no ser por la selección, casi esté mal visto.

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  10. Ya te digo marox79, existe mucho miedo de mostrar la rojigualda.

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  11. Viva ESPAÑA eterna siempre.

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  12. ¡VIVA!

    Quien al oir un ¡Viva España!
    con un ¡Viva! no responde,
    si es hombre no es español
    y si es español no es hombre.

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  13. Pues seré contracorrientista (palabro inventado), pero llevo la bandera nacional en el coche y en el casco de la moto, y en el coche la he paseado por tierras donde muchos dicen no ser españoles.

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  14. Pues bien que haces, hay que llevar el orgullo patrio con naturalidad. Si te sientes español pues lo demuestras como quieras.

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